El desarrollo turístico súbito de la ciudad que ocurrió desde fines de 2015 incrementó el proceso de gentrificación basada en una enorme rent-gap que llevó a una fiebre especulativa internacional, y a la expulsión de lo que restaba de las poblaciones desfavorecidas del centro de la ciudad para creación de miles de ofertas de alojamiento local temporario y adquisición de grandes tractos del casco urbano viejo para múltiplos grupos de nuevos habitantes: jubilados europeos, jóvenes “nómadas digitales”, detentores de vistos gold, etc. Con ellos, muchedumbres de trabajadores migrantes de todas partes aprovecharan – y aprovechan – el relativo descontrolo y falta de fiscalización de las autoridades fronterizas portuguesas para, a través redes de trafico internacional, se instalar en varios barrios del centro de la ciudad, como parte integral de la transformación económica, demográfica y social que resultó de la política de turistificación masiva de Lisboa.

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