Desde las elecciones norteamericanas de 2016, que dieron la presidencia a Donald Trump, se ha producido una creciente preocupación por la presencia de noticias y discursos falsos en nuestra esfera pública, que ha recibido el nombre de posverdad, un fenómeno relacionado básicamente con el auge del populismo y el capitalismo informativo digital. Este ambiente de desprestigio de la factualidad tiene un importante compo-nente de género, especialmente porque los principales debates en torno a las fake news versan sobre los lí-mites de la epistemología en la época contemporánea, especialmente, quién puede construir conocimiento y qué podemos entender por un conocimiento sólido.Este hecho ha situado a los discursos feministas en una encrucijada que es esencial abordar para se-ñalar ciertas estrategias contemporáneas de descrédito y reacción. Según Budgeon (Budgeon, 2021), las dinámicas de la posverdad se entrecruzan con las cuestiones de género a través de dos recursos retóricos principales. El primero sostiene que las democracias privilegian a las mujeres en detrimento de los hombres, quienes serían supuestamente discriminados por las medidas gubernamentales. El segundo plantea que el feminismo “promueve una narrativa de género construida socialmente” que subvierte el orden natural y que estaría fomentado por las élites (p. 255). Sobre este tipo de discursos emocionales, sentidos más que com-probados, se asienta una parte importante de la violencia machista online, de la conocida como manosfera(Franco & Bernárdez, 2023).

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